Atómica: Charlize Theron es tan rubia como peligrosa


Si compran una entrada para ver Atomic Blonde, es obvio que van a estar esperando algo con intensidad. Lo que no es errado, sin embargo, seguro que nadie frente al trailer espera ver un thriller tradicional de Guerra Fría. Harían bien en esperar algo así, dado que eso comanda la atención en la nueva película del director y ex-stuntman, David Leitch, una mitad del equipo detrás de John Wick.

Uno puede imaginar la parte de thriller con la época introducida. Atomic Blonde comienza en el ocaso de la Guerra Fría, inmediatamente después de la caída del muro de Berlín, y nos presenta a Lorraine Broughton (Charlize Theron), una agente del MI6 de regreso de una entreverada operación en Alemania. El relato de esa misión es lo que forma el 90% de esta película, dándonos tres elementos en un solo cuento: 1) una historia de espionaje a la antigua, 2) la presentación de un personaje memorable y 3) excelente acción. 

Forjado con lo mejor de ahora y antes, cuando digo que este es un thriller de espionaje, no hablo de una película de James Bond, sino me refiero a algo más tradicional y, porque no, enredado. Antes de ver el film, un colega me dijo que parecía algo con la voz del mismísimo John Le Carré (Tinker Tailor Soldier Spy), y no podía haberlo definido mejor. Efectivamente, Atomic Blonde se comporta como un thriller de Le Carré, envuelto en una visión cinematográfica muy moderna que responde estrictamente a la época en que toma lugar. Contando una historia a fines de los 80, la aventura de la agente Broughton es orquestada por aspectos de esa era, que reciben una estilizado especial, bien plantado en nuestra cara. Solamente el uso de música ya es exagerado, dandole play a canciones pop de la época que energizan todo el asunto. Para explicarme, esta es una película que muestra una persecución de autos al sonido de I Ran de Flock of Seagulls, y es algo tan fantástico como imaginan.


Si el estilizado y la música no fuera suficiente para dar el golpe, puedo asegurar que la acción que ofrece Atomic Blonde tiene pocos rivales. Cuando David Leitch se salteó la secuela de John Wick a favor de esta película, era lógico pensar que habría acción de calidad en ella. Sumando buena coreografía, interesada en el detalle de cada golpe y su resultado, la cinta va escalando en niveles de intensidad visual. Cada escena de acción va superando a la anterior, hasta que se llega a un punto insuperable. Sobre el inicio del tercer acto, Atomic Blonde plantea un plano secuencia (lógicamente artificial) que deja boquiabierto. Pasamos de disparos a golpes, de golpes a disparos, de apartamentos a escaleras y de escaleras a automoviles; todo en una toma visual que dificulta la respiración. Además de ser lo mejor a nivel visual, esta escena es la perfecta prueba de como Leitch ama los detalles en la acción, presentando enfrentamientos dementes que siempre mantienen una coherencia. Si soy franco, entre lo realista y la intensidad que provoca, ese plano secuencia vale el precio completo de la entrada.

Atomic Blonde es una suma acertada dentro de su género. Para ser película de acción, su historia comanda gran parte del tiempo y rodea correctamente a los personajes, soltando muchos nombres y constantes posibilidades de giros. A su vez, para ser thriller de espías, su acción y estilo son muy notorios, e inyectan la dosis perfecta de energía sobre una trama clásica. Recuerda mucho a la vez en que Steven Soderbergh probó su mano con la acción en Haywire. Solo que mejor, porque propone buenas ideas y además acierta por completo en su despliegue. No se le puede reprochar demasiado más que algunos minutos de sobra. 

Con un elenco de primera encabezado por una desatada Charlize Theron, Atomic Blonde es una anomalía, superior a gran parte de su género. Está a la caza del balance ideal entre acción, thriller y exageración, y lo cierto es que se acerca mucho a la armonía intensa que persigue. Lo nuevo de David Leitch supera expectativas entre lo inesperado y la forma en que lo ejecuta.

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